jueves, 28 de octubre de 2010

Crítica de la razón impura.

Este texto surge de un suceso hipotético. algunos de los personajes y hechos son parte de la ficción, alguno personajes y hechos forman parte de nuestra fokin realidad.

Medellín, algún día de la historia.

Querido Hermano:

Estuve pensando en la posibilidad de que algún día me dijeras, de la nada, que tu vida está en el norte, allá donde hace frío, donde seguro si te vas, yo no podría llegar.

Quiero adelantarme a esta situación, no sea que más tarde me recrimines por no haber intervenido con mi palabra, en tus decisiones, aunque quiero dejarte presente que siempre serás tú, el que de la última palabra en lo que quieras y desees para tu vida.

No encuentro mayor fuente de suprema seriedad para argumentarte mi punto de vista, que el respetadísimo señor Henry David Thoreau. El mismo al que Henry Miller dedicara tan hermosas palabras, reconociendo que “Tan sólo hay cinco o seis hombres, en la historia de América, que para mí tienen un significado. Uno de ellos es Thoreau. Pienso en él como un verdadero representante de América, un carácter que, por desgracia, hemos dejado de forjar. De ninguna manera es un demócrata, tal como hoy lo entendemos. Es lo que Lawrence llamaría: ‘un aristócrata del espíritu’, o sea lo más raro de encontrar sobre la faz de la tierra: Un individuo. “ [1] Y yo, opino igual que Miller. Quiero aclararte que, aunque Thoreau estaba más cerca de la anarquía que del socialismo tradicional, era un hombre poco interesado en la política.

Con base en las enseñanzas que me dejó haber leído “Del deber de la desobediencia civil” comienzo por sacarte del letargo general mundial, al decirte Hermano, con toda certeza, que la América del Norte es todo lo opuesto a lo que creemos de ella. Ni son felices con todo su dinero, ni el pop art cambió sus vidas. Nadie tiene la plena certeza de que realmente sea un sistema legal justo, y menos cuando han pasado por encima de todos los cánones mundiales del Derecho Internacional Humanitario, imponiendo su flácida figura sobre los menos favorecidos económicamente. Son un pueblo lleno de complejos, y no estoy ni culpando, ni criticando, porque tanto ellos, como nosotros, los de abajo, hemos sido “los daños colaterales” de los malos manejos gubernamentales. Ellos, padecen desde la obesidad mórbida, por la inclemente insistencia del sistema en generar plus valía a cambio de millones de vidas, que inocentemente caen en la trampa de la ‘vida fácil’ y ese hipotético confort que genera ser ‘Potencia Mundial’. Han sido víctimas de las aseguradoras, y las leyes tramposas de salud, que Michael Moore mostrara muy bien en Sicko, el documental que vimos juntos la noche pasada. Han sido víctimas de construir una historia sin historia “Y esto es sumamente extraño y fastidioso (…)” Afirma Henry Miller, “pues hoy en día todos nos reconocen como la nación más potente, más rica, más segura del mundo. Estamos en el cenit, ¿pero poseemos la visión necesaria como para tener este observatorio? Tenemos la vaga idea de que nos han cargado con una responsabilidad demasiado pesada para nosotros”. Eso lo piensa un Norte Americano, eso lo pienso también yo.

Ahora se viene el argumento, tal vez más cruel, con el que concluiría Miller su autoanálisis: “Sabemos que no somos superiores, en ningún sentido real, a otros pueblos de la tierra. Sólo ahora nos damos cuenta de estar moralmente mucho más atrasados, si así puede decirse, que nosotros mismos”. Y es que el intervencionismo que siempre quisieron vender, como ‘apoyo moral a los conflictos de los pueblos del mundo’ no fue más que un pretexto para robar tradiciones, recursos, sueños, creencias, literatura, conocimientos, ciencia, de esos pueblos, que aunque lleven consigo el título del tercer mundo, sí tuvieron tiempo de construir una identidad propia, un sujeto cultural autóctono, intrínseco, individual, característico. América del Norte, me atrevo a decir, porque estamos en confianza, sólo tiene de sí un gobierno. Thoreau lo dijo en alguna ocasión: “Este gobierno Americano ¿qué es sino una tradición, aunque reciente, que trata de transmitirse inalterada a la posteridad, pese a ir perdiendo a cada instante retazos de su decencia?”. Es Hollywood la viva expresión de toda esa miseria que siempre ha querido esconder, y el único lugar dónde Ganaron la guerra de Vietnam. “Este gobierno jamás patrocinó empresa alguna, más que con la premura con que se apartó de su camino. No guarda libre al país. No puebla las regiones del Oeste. No educa.” Afirma Thoreau.

Mi hermano, el sueño Americano no es el tuyo llegando a las tierras norteñas, es el de ellos siendo libres. Libres del dinero, libres del egoísmo, libres de las cadenas de Capitalismo salvaje, del imperialismo, así suene a Chávez. Contaba el mismo Henry Thoreau que “Hablando en plata, los que se oponen a una reforma en Massachusetts no son cien mil políticos del sur, sino cien mil comerciantes y granjeros de aquí, más interesados en comercio y agricultura que en humanidad, y nada dispuestos a hacer justicia al esclavo y a México”. Esa no es la vida, el dinero no es la vida, vivimos en sociedad, porque somos seres sociales, porque la soledad nos ahuyenta, nos debilita, nos quita las fuerzas. Estamos aquí en pro de todos, y para ayudarnos todos, como bien conocemos que lo hicieron nuestros ancestros Mexicanos, los Mayas, bajo la premisa del amor, no del intercambio por bienes y servicios.

El trabajo enajenado, el tiempo, el calendario, serán los mayores precursores del distanciamiento de tu condición humana, pero pequeño, entiende, con el amor que te lo explico, que el ocio, el tiempo sin tiempo, ese que es libre, será el que te construya como Individuo, el forjador de tu propia esencia.

No pienses que mi corazón guarda odio por los hermanos con los que compartimos nuestra tierra, es sólo desgano por reconocernos mal gobernados, desde los propios gobiernos, hasta esos, los globales, los extranjeros. El día que partas, si es que partes, llévate contigo esta reflexión, “Es culpable el gobierno mismo que el remedio sea peor que la enfermedad. Aquél la empeora. ¿Por qué no prevé y procura, en cambio, las reformas necesarias? ¿Por qué grita y se agita antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a que se mantengan alerta para que le señalen sus faltas y a conducirse mejor de lo que, de otro modo, esperaría de ellos? ¿Por qué crucifica siempre a Cristo y excomulga a Copérnico, y a Lutero, al tiempo que declara rebeldes a Washington y a Franklin?”[2]. Cuestiónate, y luego parte si así lo quieres, pero en esta tierra, injusta y mal llevada, del tercer mundo, seguro y a pesar de todo, serás mucho más feliz.

Con eterno amor:

Tu hermanita.



[1] Texto escrito en 1946 como prólogo a “Life without Principle”, tres ensayos de Henry David Thoreau impresos a mano por James Laud Delkin.

[2] Thoreau, Henry David. Del deber de la desobediencia Civil. 1980, editorial .

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