viernes, 3 de abril de 2009

Negación de un sentimiento.



Es posible hablar de un sentimiento sin necesidad de mencionar su nombre y/o procedencia. Y es más sencillo. Es una carta anónima llena pasión, que, aunque se haga el tonto, el destinatario sabe que es para él. Uno no tiene que poner ni apellidos ni apodos, solo palabras claves que surgen siempre de las cursilerías, de las conversaciones a fuego cruzado, donde las palabras van como balas atravesando nuestro inconsciente y penetran y calan tan fuerte, que terminan por persuadirnos y nos damos cuenta, de un día para otro, que sentimos, que ya no es lo mismo, que hay algo ahí.


Levantamos la cara frente al espejo y comenzamos a recordar, una voz importante, un gesto, una anécdota, nos reímos en medio de la remembranza… y reaccionamos. “¿qué estoy haciendo?” Nos decimos siempre, caemos bajo, lo sé. Movemos la cabeza con fuerza, como si quisiéramos que esos recuerdos salieran volando por todos lados, por la fuerza centrífuga que ejercemos en el giro rápido y constante de ésta, para no sentirnos tan estúpidos. Todo se va por un momento, un pequeño momento de lucidez donde somos fuertes y estamos en tierra, firmes y conscientes que eso que pasa por nuestra mente: NO PUEDE SER.

Tonto también reprimirlo, pero no queda de otra. La vida no se entrega más de una vez, no se puede, no es posible. Después de haber probado la amargura del olvido y la condena de la cómoda melancolía, no nos podemos dar el lujo de que nos vuelvan a ver débiles y vulnerables. Que sepan que ya no siento, que si me engaño no me importa, que ya hoy no quiero y que no es capricho, es sólo el tiempo. El tiempo que pasa y deja huella y razón. Y mil razones para escapar. Vamos a seguir corriendo, voy a seguir corriendo yo hasta que me esconda lejos de esto y seré cautelosa, seremos sigilosos, miraremos por la ventana con la luz de la casa apagada, por si se atreve a volver el sentimiento, a seguirnos y atraparnos.
No más. Ya perdí la batalla con el tiempo que no me enseñó nunca nuca a olvidar, fue el curso que le faltó por dictar, ahora sola, solos, no estemos más.

Está perfectamente claro que ya no quiero, que no me da la gana, que me tenés y lo sabés, pero al que le contés me encargaré de negarlo, no lo sostengo ni en tu cara ni en la de nadie. Y así de tanto negarlo y huirlo se irá quedando en el olvido, olvido, olvido… se va a quedar en el olvido como el verbo llorar, como la palabra esperar, como la idiotez de entregar, como lo innecesario de explicar. Ya no juego ni siento más.

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