viernes, 25 de febrero de 2011

La niña

A mí, después de ese día, dejaron de importarme muchas cosas. La relaciones familiares, la luz del sol, los amigos, sobre todo dios, me olvidé por completo de él, empecé a necesitarle menos, a repudiarlo más, hasta que comprendí, que no era más que un mito de creación, que le dicen a los niños, para que entiendan de alguna forma, de dónde venimos, sin confundirlos mucho con la idea de los monitos. Los recuerdos del pasado comenzaron a tornarse densos, y mi alma, oscura adolescente, llena de sed, muriendo de la soledad existencialista que padece uno a los 13, kiso encontrar refugio en el suicidio fracasado, las notas de unas guitarras desafinadas con distorsión, y el placer de saber que estás haciendo lo que no debes, a tu edad fumándo, por esas calles, que qué dirían mis padres, si me vieran tan triste, creyéndome tan grande, perdiendo las ganas tan temprano; que si acaso amanecía por mi vida, yo ya me iba hastiando de vivirla.

Buscando guarida y guarnición en esos libros de filosofía, ke medio entendía, ke medio me hacían compañía, y yo no levantaba cabeza, no me erguía, era una joven triste, muy triste, caminando sin espíritu, sometida a la inercia, a la monotonía, ke sólo rompía el humo, tóxicos de juventud, que le salvan a uno la vida, malditos vicios, vicios sin salida, que se vuelven salidad, cuando uno busca salir de tanta porkería, por medio de semejantes porkerías. Vicios que le animan a uno el alma chika, ke no debería estar pensando en eso, ni fumándo eso, ni leyendo mucho menos semejantes textos tan dañinos, ke por eso es ke les amo, por el daño ke me hicieron, para reparar este corazón masacrado, humillado, incomprendido, violentado, corazón hundido en el fango, de alguien ke no sabía ke le hacía daño, pero se lo hizo bien marcado, para dejar rastro el muy perro, el muy lagarto, el muy maldito, maldito niño, ke me dejó llorando y sangrando.

Era sombra sin sombra, andariega desapercibida, la niña rara de la lista, la callada ke tanto habla, ke nadie entiende, por culpa de esos libros raros, ke lee la gente cuando esta grande, pero esa niña, ke no esperó a crecer para decepcionarse, leyó tajante, medio entiendo, medio cayendo, medio levantándose. No kedaba opción ke ser la niña más triste del barrio, de la ciudad si era posible, conocer a nirvana, kedarme muy muy sola, niña rara, de ojos grandes, ke se volvían chikitos de tanto llorar, pero ke nadie lo notaba, pq no levantaba la cabeza al andar, ke siempre bajaba la mirada al suelo, haciéndose a la idea, de quién sería su eterno compañero. La inocencia se fue por el excusado, después de ese día, ke dejaron de importale muchas cosas, de importarme muchas cosas. Casi, diría yo, ke todas las cosas.

1 comentarios:

Mujer Rastrillo! dijo...

Ese día llega para todos, para unos más rápido que para otros, es triste, pero es la vida real!