sábado, 4 de julio de 2009

Voy a hacerte daño, aunke te duela.


Para Tomás, Para Jonathan.
Ud no tiene la culpa de no kererla, ella tiene la culpa por amarlo tanto.

Hubo una vez un sentimiento ke viajó por las calles olvidadas del recuerdo y se posó sobre un pecho destapado a la lluvia en el pavimento.
Akella mujer se levantó temblando, con las piernas inestables y un mal presentimiento.
Vagó por las noches y los días de invierno, hasta que encontró una casa donde había calor y consuelo. Un buen hombre le brindó su techo y su cobija, acciones que ella mal interpretó.
Una noche cualkiera bajó a la cocina, tomó un cuchillo, se abrió el pecho con dolor, pero emoción, el sentimiento se retiró con amor, y lo dejó sobre la mesa de noche de akél hombre.
Él al despertarse y verla a ella a expectante a su sueño, sintió sorpresa, miró hacia un lado, y ahí estaba el enorme sentimiento, sobre su mesa de noche, impecable y rojo, ella sonríe, él la mira con desgano, y le dice ke no puede kerela, ke sólo era cortesía, no algo, como ella creyo, ke nacía.
Se levantó de la silla frente a la cama, tomó su sentimiento y partió lejos de akella casa.

Con el sentimiento en la mano, y una enorme cicatriz en el pecho, de esas ke nunka se han de borrar, ke siempre kedaran, cicatrices ke refrescan la memoria al mirarse al espejo desnuda, cicatrices ke están a la vista del mundo junto con el sensual escote ke ya hoy no encuentra una razón para ser y estar en un pecho roto, caminó.
Volvió a las calles olvidadas del recuerdo, a dormir entre trebejos y trapos rotos… y el sentimiento… bueno… de nuevo partió a buscar otro pecho.





Porke no todos los cuentos tienen finales felices:
Voy a hacerte daño, aunke te duela... Para ke se te kite el dolor.

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