lunes, 22 de febrero de 2010

De noches tristes II


Y ahí estaba sentada ella, en la vieja cama de madera fina, frente a mí, escuchando atenta mis dolorosas palabras ambientadas por la música que me dejó de herencia mi tío, y que es la esencia de lo que soy yo: Un punk.

Esa noche estaba lleno de vacíos, frustraciones e ira. Terminamos en casa de él, porque es mi mejor amigo, y no hacía mucho nos habían advertido de nuestra no muy lejana muerte, provocada por conflictos sociales ke no son nuestros, pero ke nos obligan a incluirnos, y como nunk me ha gustado correrle a nadie, me estaba envenenando de motivos, para responder, como debe ser, a los embates de una ley natural de supervivencia del más fuerte. Recordaba con angustia la imposibilidad de estar cerca de mi hija, y entre rueda y rueda, las razones de cada uno de esos trozos farmacéuticos que pasaban por mi garganta, ya aporreada por las líneas, que me mantenían consumiendo aún licor.

La miro, ella se angustia con cada una de mis palabras, sus ojos se inundan, resalta el rojo, no caen lágrimas, se contienen como cortina sobre la mirada triste de aquella que pacientemente espera al son de mis penas.
No quería estar solo y ella fue mi aliciente aquella noche. Una joven de la cual conozco poco, pero que me inspira esos buenos deseos de la gente pura, esa que en la mirada no esconde nada y con la misma lo dice todo. Una rueda, dos… un pase… Pase? Con chorro! Mis problemas se van por la borda, me importa un culo lo que importa mucho, me importa mucho lo que importa un culo, bebo y me drogo. 12:00 a.m.
Mi amigo nos abandonó. A ella la dejó como una ausencia bajo su nombre, saliendo de labios rotos con voces quebradas, a mi me dejó de soledad, de desconsuelo. De no ser por ella sólo tendría esta amarga botella de compañía.

Se acerca la una de la madrugada, no sé hace cuánto mi amigo yace en su cama, al lado de ella, que duerme profundamente, él suda su licor, su fiebre, las anfetaminas, tos, garganta seca, supongo ke a ella sus labios le sabrán amargos… él la abraza, siento que incomodo. No quiero estar solo, pero debo comprender… no quiero estar solo.

“Hermano, me voy… ya sabe dónde lo espero”. Salgo sin rumbo, con la botella de licor en la mano derecha y media caja de cigarrillos en la izkierda. Lo último ke vi fue a mi amigo abrazándola y la puerta se cerró, ella no respondió. En el bolsillo, un gramo, una bolsa de mariguana, el olvido continúa, en este fría madrugada, la calle me espera.



Un mareo ke me ha dao



Hoy me voy a desahogar, vomitaré sobre sus coches... y mis entrañas limpiar de tantísimos reproches.

0 comentarios: